Saltar al contenido

 

Los poemas del libro


 

(pág. 146)

…Y en Navidad me sentí obligado a mandar un christma. No iba a poner una frase al uso, claro, así que elegí unos versos de la Epístola Moral a Fabio, el extraordinario poema de Andrés Fernández de Andrada… 

… Más precia el ruiseñor su pobre nido
de pluma y leves pajas, más sus quejas
en el bosque repuesto y escondido,

que agradar lisonjero las orejas
de algún príncipe insigne, aprisionado
en el metal de las doradas rejas.

Triste de aquel que vive destinado
a esa antigua colonia de los vicios,
augur de los semblantes del privado.


(pág 160)

… Aquel primer año con Cotino al frente envié una felicitación navideña que era toda una declaración de intenciones. Se trata de un fragmento de Marat/Sade, la conocida obra de Peter Weiss, de la que seleccioné un fragmento en el que Marat dice

Si son extremos
son extremos distintos a los tuyos.
Al silencio de la Naturaleza
opongo yo la acción.
En la franca indiferencia, encuentro yo un sentido.
En lugar de mirar inmóvil
arremeto  y digo que hay cosas que están mal
y me esfuerzo por cambiarlas y mejorarlas.
De lo que se trata
es de ascender tirando de nuestros propios cabellos,
de volvernos completamente del revés
y verlo todo con ojos nuevos.


(pág 187)

… Me pidieron también, en paralelo, una memoria justificativa de nuestra actividad. La hice, con la ayuda de Pachón y las secretarias, en veinticuatro horas. La Memoria, Informe de Félix Alonso a la Subdirección General de
Inspección, concluía, antes de la firma (El Comisario Jefe), con el siguiente poema de Javier Salvago:

Partiendo de la base
de que todo es mentira,
de que el mundo y sus pompas son un fraude
y un absurdo la vida.
Partiendo de la base de que todo
es mucho más mezquino y más pequeño
de lo que imaginamos
a través de la lupa de los sueños,
me abrazo a lo que hay,
otro día, y procuro
seguir viviendo como si no viera
que cada vez se extiende más el humo.


(Pág. 193)

…El caso es que en un sobre remitido por motorista —un método más tradicional y digno que el telefonema— el propio Corrochano me comunicó el cese. Reuní a toda la tropa- y les solté, sin anestesia, el siguiente fragmento del Discurso de la Verdad, de Miguel de Mañara (1627-1679), que aún les debe estar resonando:

… Es nuestra vida como el navío, que corre con presteza, sin dejar rastro ni señal por donde pasó. Pasa con la misma prisa nuestra vida, sin dejar de nosotros memoria. ¿Qué se hicieron tantos reyes y príncipes de la tierra que dominaban el mundo?, ¿dónde está su  majestad? Buscad a Alejandro, llamad a Escipión y quizá estarán en alguna tapia sus cenizas, o en la barda de alguna huerta. Pregúntales como les va y mudamente responderán: Vanitas vanitatum, et Omnia vanitas. Si eres cuerdo, no fíes del estado que no es tuyo, que cuando menos pienses te lo quitarán. Hay muchos que hacen con la vida lo que una pieza de paño: este pedazo para capa, este para mangas y este para una caperuza, como si el paño fuera suyo.


(Pág 195)

… Dentro de lo que cabe, siempre tengo suerte. Me cesaron, una vez más, en otoño. Momento de setas, de colores, de espacios recobrados. Aquel maravilloso soneto de Alberto Martínez, el funcionario, socialista y amigo que, trasmutado en poeta, se convertía en Alberto Descorial

Es indudable otoño en sus señales
de glaucas tenues luces vespertinas,
desgritadas de voz y de neblinas,
que divinizan a los robledales.

Seria como el fulgor de los puñales,
la tarde reverbera en las encinas.
Borroso el bosque, enteras las ruinas
donde asientan las dalias sus reales.

Una dulce tristeza de la herida
que la playa recibe por el sable
de la ola llegando ya vencida,

deshojada de modo insoslayable
en cada embate dando algo de vida.
Octubre, cada vez más indudable.


Pág. 205

… Se dio la circunstancia de que en el 99 cumplí cincuenta años, así que encontré una oportunidad de oro para enviar una felicitación navideña muy de mi estilo, encabezada, naturalmente, por mi nombre y mi sobrenombre: Félix Alonso. Expediente 63/97. La felicitación decía así:

En mi cincuenta aniversario,
solo o mientras
se oía el piano de Thelonius Monk mojado por la lluvia,
tuve dolor costal y fuertes calenturas,
coloqué como pude un pétalo en el ojo izquierdo,
saqué brillo al derecho y fuerzas de miseria
y en posición marcial saludé a las modestas señales del futuro.

El poema no era mío —ya me habría gustado—: lo había firmado, algunos años antes, José Ángel Valente.